viernes, 4 de abril de 2014

Rush, la verdadera jungla de asfalto

No hay muchos deportes que hayan resistido una adaptación cinematográfica. Quizás el boxeo es el único con una larga tradición y un puñado de buenas películas: Toro Salvaje, The BoxerGentleman Jim, Más dura será la caída... Los precedentes para el mundo del motor no auguraban nada bueno y dejaban poco margen para el entusiasmo, una vez visto el pelaje de Driven, A todo gas o 60 segundos.

Ron Howard se pone serio y da un volantazo para romper con la tendencia a banalizar las carreras. Eso sí, sin renunciar a la pirotecnia. No olvidemos que esto es, al fin y al cabo, el show de la Fórmula 1 y no una adaptación libre de la Crítica de la Razón Pura de Kant. Reflexiones las justas. El espectáculo está garantizado con las chicas del paddock, el rugir de los motores y un duelo brutal entre machos alfa. Howard se rinde sin condiciones ante la corriente más mainstream, sí, pero vemos que todo está hecho con mimo y cuidado hasta el más mínimo detalle. Como ya se pudo ver en Cinderella Man,  la recreación de los combates de boxeo y de la sociedad en la Gran Depresión es la prueba del grado de obsesión y perfeccionamiento al que acostumbra Howard en sus últimos proyectos. Su pasión por los coches de los setenta queda más que patente ante la gran variedad de modelos que nos muestra y la fidelidad a sus diseños originales.

Este detallismo técnico tiene su máximo exponente en las carreras, cuestión que merece un capítulo aparte. Es fácil hacer un par de búsquedas en internet y averiguar que pasó en el campeonato del 76. Yo lo hice para comprobar si lo que había visto se ajustaba a la realidad. Lo impresionante fue que, además de verificar la fidelidad a los hechos, algunas de las escenas de la película están hechas exactamente igual a como ocurrieron. Y es que están rodadas con un nervio brutal, las carreras son realmente emocionantes y el duelo entre estas dos bestias del motor se acelera hasta alcanzar velocidad punta en el genial desenlace. Porque esa es otra, Chris Hemsworth y Daniel Brühl están de pole position, sobre todo este último encarnando al gran Niki Lauda.

Los protagonistas son la otra gran baza de la película. Sus interpretaciones ayudan a dar profundidad a unos personajes que de por sí se encuentran muy bien definidos, no así sus consortes (Olivia Wilde y Alexandra Maria Lara respectivamente), que no dejan de ser más que un mero complemento para los protagonistas. Da muchísimo juego la lucha entre estos dos colosos, porque tanto en la vida privada como en la profesional Niki Lauda y James Hunt son dos modelos contrapuestos. Hunt es un juerguista, un playboy y en el asfalto es irregular, brusco y con arrebatos de genialidad, mientras que Lauda lleva una vida más estable y con el coche es metódico, fiable y previsor. Son el yin y el yang. Es la clásica lucha entre Rómulo y Remo, entre Héctor y Aquiles. No hay nada nuevo bajo el sol, el material perfecto para hacer una película made in Hollywood.

El regusto final no es de disfrute exclusivo para los aficionados a la Fórmula 1. La lucha meteórica de estos dos locos al volante se degusta sin tiempo para recuperar el aliento y sin necesidad de saber qué es una chicane, el pit lane ni demás jerga automovilística. Una película que no disimula  una meta tan prosaica como el entretenimiento, pero a la que no se le puede acusar, ni mucho menos, de la vergonzosa intrascendencia de un blockbuster.


Daniel Brühl es Niki Lauda 
Chris Hemsworth es James Hunt

Olivia Wilde es Suzie Miller 
Alexandra Maria Lara es Marlene Knaus

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